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EN EL FIN DE LOS CAMINOS RABI LEVI ITZJAK DE BERDICHEV EXIGE UNA RESPUESTA EN ALTA VOZ

 

Ahora, Rabí Levi Itzjak de Berdichev dice:
Creador del Universo,
estoy parado en mitad de un mundo
todo gentil,
debajo del cual están los judíos putrefactos,
mis cálidos judíos del buen verano,
y yo tengo frío bajo el sol,
cual cuerpo desnudo en campo nevado.
¡No! ¡No! Creador del Universo,
no acepto que continúe así
la marcha del tiempo,
de espanto y de sangre,
en mi pueblo.
No creáis, que como de costumbre,
así como vivieron hasta ahora los judíos de la Diáspora,
en el fuego y en el agua,
subiendo y bajando en escalas de espanto,
a las alturas y a los abismos,
sin abjurar de su fe,
desde el Sinaí ardiente, ardiente,
y sin que suba con el humo hacia el cielo
una blasfemia de sus labios,
ni de la sangre de sus carnes un vómito
y sin que pregunten, cual ejército en penurias
¿dónde está el comandante? seguirán viviendo.
Esto de ningún modo es señal o prueba
de que seguirán siendo fieles a su fe
desde el Sinaí ardiente, ardiente,
orando a la mañana y a la tarde
apegados a las ramas del árbol en llamas
hasta caer en cenizas.
¡Pero ahora no!
O sabrán que tú eres su Dios y su padre en las penurias,
que tú eres su comandante
y en tus manos está el plan,
y ellos son tus soldados,
y que su sangre derramada tiene ley y tiene objetivo
como toda sangre que se paga,
que no es cual sangre de peces,
o de ganado o de animales salvajes.
Sabrán que toda continuación de su existencia,
el vigoroso canto anhelante de sus oraciones
van por la senda espantosa, verdad,
seguida por generaciones hacia el reino añorado,
prometido entre el Nilo y el Río Grande,
para brindarles su pan y su vino y su grandeza.
Sin duda que para lograrlo se justifica
toda la marcha por la sangre, por las lágrimas
y por el exterminio
¡Y si no!...
No entraremos ya más en el fuego y en el agua.
¡No! ¡No!
Nosotros elegiremos nuestro camino,
como todo pueblo, entre las setenta naciones,
elige su camino.
No llegamos al final de los días,
pero sí llegamos, en sangre, al fin de los caminos.
No queremos Diásporas,
que son pozos de petróleo encendidos
y nosotros somos
las antorchas en la noche de los gentiles.
No queremos recostarnos en todos los terrenos
y convertidos en cadáveres.
No queremos ser cenizas en todos los campos,
no queremos ser como las aguas en todos los mares.
Queremos vivir en barcos, y playas, y casas,
conocer los límites de nuestra tierra
y la magnitud de nuestra fuerza.
Definir la magnitud de nuestras nubes.
¡Nada más! ¡Nada más!
Porque nos atemoriza mucho tanta nube
por encima de las cabezas perdidas en el mar.
Nosotros queremos eternidad de nuestros cuerpos,
eternidad de nuestra tierra,
eternidad del esplendor de nuestra corona,
y no vagar por la eternidad,
ni eternidad en el viento,
ni eternidad en el llanto de la Diáspora,
ni eternidad de las cabezas entre nubes,
ni eternidad del corazón sobre las olas.
Llegó la hora en que tú debes elegir:
ser el Dios - padre que siempre anhelamos,
el que bendice a su pueblo,
el que bendice su azada y su yunque,
el que bendice su espada y su canto
entre el Nilo y el Río.
Que esté tu Templo sobre el Monte
y sea nuestra fuerza y nuestro esplendor para ti.
Seremos judíos en mantos de oración y con filacterias
en la ley, en el saber y en el trabajo,
y nuestra sangre, sangre real,
tendrá precio y tendrá defensa.
Seremos judíos con la corona de David en nuestra
tierra
y su espada bendita descansará en su vaina
Oración y profecía
bendición de los sendos y de los campos,
de las cosechas y del heroísmo.
Pueblo grande, honorable vecino de las naciones,
deseado para hacer alianzas,
con su comercio y sus frutos en épocas paz
y con cada hombre bajo bandera el día de la batalla.
O que Tú proclamas y anuncias:
estáis liberados de vuestra promesa hecha en el Monte
Sinaí.
Vosotros con la razón y yo con la vergüenza
fuisteis fieles, fieles hasta la salida del alma
y de la sangre de todo corazón judío.
El Señor ya nunca tendrá mejores que vosotros
para El.
Dejad de trepar hacia las cumbres,
dejar de volar hacia los cielos.
Andad por el valle; caminad por la llanura
y mirad: ¡qué alto es este árbol!
¡qué correntoso es este río!
Tocad con vuestros instrumentos de cuerdas
las melodías del presente.
No ordenéis a vuestros hijos recorrer las Diásporas,
aprended de los pueblos del mundo lo bueno y lo malo,
haced lo que os parezca mejor para vuestras carnes.
Y yo Levi Itzjak de Berdíchev,
estaré tan triste,
sufriré tristeza infinita, tristeza sin par.
Que no haya en el mundo, sábados ni festividades,
ni oraciones de la mañana, ni oraciones de la tarde.
Que no haya más judíos en mantos de oración
ni con filacterias.
Que el mundo sea todo gentil.
Que haya terminado toda melodía judaica.
Que no haya un judío que lave sus dos santas manos
con agua fría, del pozo,
y se sienta a bendecir el pan.
Que no haya una mano judía que junte del mantel
las migas de pan y las lleve
al alféizar de la ventana para alimentar a los pajaritos,
que no haya quien bendiga los frutos del árbol,
ni quien bendiga los frutos del campo,
que no haya ni ancianos, ni jóvenes,
ni mujeres, ni siquiera un niño judío. ¡Ay de mí!
Que no se escuche una melodía
surgida del pecho de un simple judío del pueblo
y que suene, en sábado cual órgano
o como el violín o la flauta del Rey David.
Que no haya niños pequeños,
con la bondad de las palomas en sus cuerpos,
estudiando tu ley, con voces cual trinos de pajaritos.
¡Creador del mundo!
Que en vano se haya derramado la sangre de tantas
generaciones
y que esta sangre haya fluido hacia el abismo
ni siquiera llegar del Océano y enturbiar sus aguas
por la eternidad.
El canto, el anhelo a Ti, la fe antigua
que hasta ahora no pudieron destruir los enemigos
y ahora -¡ay de mí!- yo vengo y señalo:
están al borde del abismo, en la imagen
del Patriarca Abraham en el fin de los caminos:
¡Creador del Mundo! Hacia aquí o hacia allá.
No estás acostumbrado a que un judío se levante y
exija,
estás acostumbrado a sus alabanzas,
a la tonada de sus melodías.
Estás acostumbrado a verlo rogándote con lágrimas,
con gotas de su sangre,
con el corazón partido y doliente,
arrodillado en día de ayuno.
¡Pero ahora se dio vuelta la rueda, Señor!
¡No toleraré más!
¡No y no! Hacia aquí o hacia allá.
Yo, Levi Itzjak de Berdíchev
exijo una respuesta en voz alta.
¡Responde Creador del Mundo! ¿Hacia dónde?
¡Esto es todo!
¡No! No seguiremos hacia aquí y hacia allá
como fluyen las aguas del mar sin leyes fijas,
bajo las nubes.
Y si -muy a pesar mío- Tú dices sí,
así como fluyen las aguas en el mar,
sin objetivo y sin ley y como gira la rueda
seguiréis girando
yo te digo: ¡No!
Si -muy a pesar mío- esta será tu palabra
yo romperé el manto de oraciones
y también se romperá el manto del Tabernáculo.
El pueblo te dará la espalda,
en sus multitudes, irá donde vaya.
Dejará tras de sí la quiebra de su fe en Ti
la cáscara de sus penas y de sus sufrimientos,
tumbas distantes con lápidas enmohecidas,
con textos y lutos borrados,
y llenarán los valles con letras cual ojos...
Yo iré con ese pueblo,
al que Tú negaste tu presencia
al hundirse en la tierra, cual barcos errantes,
que se hundieron en el Océano Grande.
Yo iré con ese pueblo,
yo bendeciré lo que haga en favor de su carne,
consciente de su pena, por su misma pena.
A medianoche saldré a caminar por el mundo:
único judío doliente
y miraré el cielo y veré sus estrellas,
como los vio nuestro primer patriarca.
Diré la oración "Oye Israel"
con el corazón partido... casi en silencio.
Y caeré con mi cara sobre la tierra
de un mundo todo gentil,
sobre el cual caminaron judíos hacia su Dios.
Y lloraré, lloraré - como sólo puede llorar un corazón
judío:
¿Querrás estos? Dios de mi padre y Dios de mi madre
desde los tiempos de nuestro patriarca Abraham.
¿No llega la mano del Señor, que vino en fuego,
hasta el Mar Rojo hacia nosotros,
que también ahora estamos frente al Mar?
Habla a los hijos de Israel... para que sepan.
Yo Levi Itzjak de Berdíchev exijo una respuesta en
alta voz.

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