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SIMPLEMENTE MESÍAS

 

Pueblo de millones en llamas, junto a ríos y mares
como piletas llenas de petróleo.
Pueblo de millones en llamas, como corderos en
establos cerrados;
no dejan escapar del fuego, las fronteras están cerradas.
Eres cuerpo de fuego en el fuego y no eres consumido
¡No serás consumido!
De día, una columna de nubes está en tus calles
y no permite ver como ardes en el mercadeo diario...
Ardes... pero el cuerpo necesita pan y ropas
para ti, para tu esposa, para tus niños.
Ni campo ni huerto heredados... pero al estómago
no le importa,
la tradición de la desgracia heredada...
Tu cerebro es maravilla si no explota en las
preocupaciones.
Es un milagro que los dientes no caen de tanto morder
el destino.
¡Pueblo de millones en llamas!
¿Qué son las más rojas banderas ante tu manto de
oración,
blanco y celeste, que extiendes cual firmamento en el
rojo esplendor
de la sangre de generaciones?
Te dejan bajar a los ríos y vivir ahogado con los peces;
te dejan colgado de las columnas en todas las calles,
pero tú no quieres morir, quieres ascender a la gloria.
¡Tú ascenderás a la gloria! ¡Tú ascenderás al reinado!
Porque más profundo que en el abismo estuviste
y más elevado que a las alturas ascenderás.
De noche está la columna de fuego de llameante
profecía
y anhelo de redención mesiánica del hombre, en tus
calles.
Doce grandes banderas, de las doce tribus, flamean
sobre los techos,
y en las casas, poderosos instrumentos musicales
tocan cánticos a David, hijo de Isaí por encima del
Vístula
del Vístula hasta las tribus judías a orillas del Volga
y del Dniéper
y del Dniéper al Niemen, del Niemen al Dwina y hacia
el mar
y del Báltico al Rhin y hacia otras aguas más lejanas
donde habitan otras tribus tuyas en penuria, en
profecía y en llamas.
De noche, los judíos duermen en camas como los
pobres en las veredas.
¿Acaso está la cama en una casa construida sobre tierra
firme?
¡Es menos que un barco y más terrible que el agua!
Pero sobre el peligro que acecha al durmiente
se extiende el cántico de David hijo de Isaí...
Flamean sobre los techos las doce grandes banderas
de las tribus.
De noche los judíos duermen sobre sus camas como
duermen los buenos soldados
a quienes ordenó su rey seguir la guerra y mantener
posiciones.
Desde los muros de Jerusalem, por encima del mar,
en las calles judías
oigo la trompeta del soldado guardián de Bar Cojba.
En mis calles lo escucho... y les digo ahora, judíos,
en mi canto,
tengo la seguridad que esta noche y aquí
vendrá el Mesías y surgirá el reino de David.
De aquí vendrá el Mesías: un simple judío.
Ni él mismo, ni su esposa, ni sus vecinos,
notaron en algún momento algo extraordinario.
Y de repente se hizo y será: un simple judío es el
Mesías.
En un simple día de semana una festividad para todos,
para todos los judíos en las calles gentiles.
No será milagro, simplemente, como surge el sol tras
la noche oscura,
sencillamente, como el sol, así llegó el Mesías
y lo que en su boca diga será, al mismo tiempo,
mesiánico y humano:
despertar, reunión de millones, marcha de liberación.
Habrá jóvenes que avanzan y ferrocarriles que
conducen hacia el mar
y barcos que navegan hacia Iafo, sencillamente a Iafo.
Llegados a Iafo, los pies judíos sienten que marchan
sobre las rutas del Rey David
(las mismas que una vez condujeron prisioneros judíos,
encadenados a barcos romanos)
y nuevamente el reino de Israel, tan sencillo como fue
antes,
y los judíos aran los campos y crecen los dorados
cereales,
y pastores de bronce tocan sus flautas y conducen sus
rebaños.
Los límites del país son el Nilo y Damasco la frontera.
Con toda sencillez, como si no fuera nada.

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