Son hoy más los gentiles que nosotros.
Toca la trompeta
Y que se levanten los que tienen armas
Los rayos del sol dejaron de calentarme.
Mensajero: di lo que tienes que decir:
Cayó Jonatán
Aún tengo dos hijos en el combate
Caiga la bendición sobre ambas cabezas
Son hoy más los gentiles que nosotros
Toca la trompeta y que vengan las tribus aisladas
No retrocedamos del lugar en el que estamos
Nadie se mueva, ¿què dirá el que dice?
También cayó Malquishoa
Donde cayó uno caerán otros
Son hoy más los gentiles que nosotros
Desprecio a los retrasados y a los holgazanes.
Sobre tu espada caerás pero no caigas en sus manos
Que dirá el que dice: murió Aminadav
El murió, y tendrá una roca bajo su cabeza
Los príncipes hicieron triple donación,
Son hoy más los gentiles que nosotros.
Es cordero Israel
Serán degollados como ovejas
Toca el clarín fuerte, toca, toca,
Y que escuchen los hebreos:
Toca hacia el sur y hacia el norte
Hacia el oriente y hacia el mar
Que se estemezca el país
Y que tiemble la tierra
Son hoy más los gentiles que nosotros
Subid, ocupad el lugar de los caídos.
Chernijovsky llama a su generación y a la que le sigue a
ocupar el lugar de los caídos y a luchar por la redención.
Chernijovsky siguió siendo un revolucionario toda su vida.
Viviendo en Israel - dede 1931 hasta su muerte - fue un incorruptible
luchador contra el establishment, especialmente en la época
de los así llamados "disturbios árabes"
de 1936 á 1939 en los que oficialmente se proclamó
la havlgá (autocontención) contra la cual Chernijovsky
habló y escribió.
A continuación, una de sus últimas poesías,
en la que además clama contra la injusticia social.
En Israel si
estalla la guerra
Subirá el sacerdote a lo alto de la Tribuna
Y orará ante el pueblo en el campo y en el campamento.
Extenderá sus brazos hacia el cielo
Y dirá: Señor, Señor de los ejércitos,
Tú que sabes el pasado y el futuro
Tú que siembras el polvo del hierro
Tú que sabes cuando la espada tiene sed
Y la lanza hambre
Tú que conoces los fines de la
guerra y los resultados de las
batallas
tú que siembras el polvo del hierro
Y con tus palabras haces fluir el cobre.
Tú que juntas los tesoros en las minas y en las canteras
Para darlos a los esclavos cuando defienden sus vidas
Por qué los cegaste,
Obtusos y duros cual las rocas de la montaña
Para que no distingan entre justos y pecadores?
¿Por qué sufren los buenos y los que no pecaron?
Da fuerza al metal y dale inteligencia
Para que su mano derecha no traicione.
Que se debilite y atrase el brazo de nuestro enemigo
Psara que pierda su impulso y se desmenuzca su hierro
Cerca sus colinas y detiene sus flechas
Cierra sus vainas y destruye sus armas.
Señor, Señor de la redención,
Tú conoces las llagas de nuestro pueblo,
Sus heridas no cicatrizadas durante generaciones
Tú sabes todo lo revelado y todo lo oculto
Conoces la podredumbre de nuestras carnes
Conoces los pecados de los dirigentes
Y los delitos de los sacerdotes
Quita de nuestro medio todo corazón pobre y pequeño
Habla para que no baile entre nosotros el Satán
Y que no derrote uno a uno nuestros batallones,
Ante la alegría y el gozo de nuestros enemigos.
Los hermanos se desprecian y se odian entre ellos,
No hay idioma común y los corazones se separan.
Renueva nuestra juventud cual ave fénix.
Saca de nuestro medio a los parásitos
Cuyas bocas están enrojecidas por la sangre de los pobres
Que ellos beben por baldes.
Saca a los que especulan con los precios
Y estafan a los humildes en las horas de emergencia
Saca al que se regocija ante el espanto de sus hermanos
En el campo de batalla y en los compamentos de la guerra.
Al que se aprovecha del hambre y del pánico
Y se preocupa sólo de sí mismo y de su propio dolor.
Poesia
Combativa
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