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INTRODUCCION

 

Uri Tzvi Grinberg nació en la primera noche de Sucot (fiesta de los Tabernáculos) del año hebreo 5667, o sea el 22 de setiembre de 1896, en Bielokamien, una población de Galizia que entonces formaba parte del Imperio Austro-Húngaro. Después de la Primera Guerra Mundial pasó a integrar Polonia, y después de la Segunda Guerra Mundial, hasta la fecha, es parte de Ucrania.

Entre sus antecesores se cuentan rabinos y rabiim o Admorim. La palabra hebrea Admor se compone de las iniciales de las palabras Adoneinu (nuestro Señor), Moreinu (nuestro maestro) y Rabeinu (nuestro rabino) y es la forma de llamar a un Rabí que tenía seguidores llamados Jasidim (devotos o piadosos).

De sus antecesores son especialmente famosos Rabí Uri de Strelisk, llamado el Saraf (serafín), quien fue bisabuelo del abuelo materno del poeta, y Rabí Meir de Prémischian, abuelo del abuelo paterno. Ambos admorim vivieron a fines del siglo XVIII y en la primera mitad del siglo XIX en localidades vecinas a poca distancia de la ciudad llamada entonces Lemberg y después Lvov. Esta era una gran ciudad con intensa vida judía. Allí publicó Uri Tzvi Grinberg sus primeras poesías en idisch y en hebrero, y sus primeros libros de poesías: Erguetz oif felder (En algún lugar sobre los campos) en 1915; In Zéitens roish (En el murmullo del tiempo) en 1919 y Mefisto en 1921.

Para sintetizar la importancia de Uri Tzvi Grinberg en la poesía hebrea citaré al profesor Baruj Kúrtzweil, eminente crítico literario, quien fuera titular de las cátedras de Literatura Hebrea y Universal de la Universidad Bar Ilán. Dice Kurtzweil en su obra Entre la visión y lo absurdo (Editorial Shoken, Tel Aviv, 1966, página XIII): "Uri Tzvi Grinberg se me aparece como la mayor figura de nuestra poesía".

Esta opinión, fundada en el análisis de la poesía de Grinberg y en un profundo conocimiento de las poesías hebrea y universal, permite tener una idea de la magnitud e importancia de la obra poética de Uri Tzvi Grinberg.

Voy a referirme ahora brevemente a lo profético.

Durante varios centenios hubo profetas en Israel; yo me referiré sólo a los últimos profetas o profetas literarios. Eran visionarios y muchas veces predecían acontecimientos. Pero siempre se mantenía la duda: si los acontecimientos anunciados se cumplirían realmente. La profecía del profeta verdadero podía ser consecuencia de un profundo análisis de la situación política, militar o social, o de la inspiración divina, pero su cumplimiento sólo podría saberse tiempo mayor o menor después.

Hubo profecías que tardaron mucho tiempo en cumplirse. Como ejemplo citaremos la del profeta Ovadia (capítulo único, versículo 20), que dice: "Y la Diáspora de Jerusalem que está en España heredara las ciudades del neguev" (Sur del Estado de Israel). Sólo en la época actual judíos descendientes de los expulsados de España habitan las ciudades del Neguev (Ber Sheva, Dimona, Ierujam, entre otras). Hacía falta que pasaran 25 siglos para que esta profecía se cumpla. Otras profecías aún esperan del tiempo de su cumplimineto como ésta de Isaías (Capítulo 2, versículo 4) que dice: "Y reforjarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces; no alzará pueblo contra pueblo espada ni estudiarán más la guerra". Esta profecía, que con palabras muy semejantes repite el profeta Mija (Capítulo 4, versículo 3) sigue siendo una esperanza que aún esperamos se cumpla en el futuro.

Hay mucho de común entre profecía y poesía. Así lo señaló entre otros el profesor Iejezquel Koifman en s monumental obra Historia de la fe en Israel. Allí dice: "Los profetas literarios no son solamente censores y visionarios sino que también son poetas". Sigue diciendo el profesor Koifman: "El profeta no espera que se le pregunte; él habla espontáneamente ante audiencias hostiles, en el mejor de los casos indiferentes. Los profetas clásicos no son poetas primitivos, tienen instrucción y cultura literaria y utilizan figuras poéticas".

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