De
todas partes vienen flechas y decenas de millones
de sangrientos enemigos.
No tenemos murallas ni escudo de hierro,
ni armas, sólo cuerpos frente a las flechas.
Es un raro milagro de sangre y carne ante las flechas.
De todas partes
vienen gases y no tenemos máscaras,
nuestras caras están descubiertas y las puertas abiertas.
¿Vivirán así cuerpos arios entre las nubes?
¿Tendrían aún pensamientos dentro de sus
cerebros?
¿Soñarían
así británicos como sueñan judíos
acerca de un estado propio con acceso al mar?
¿Seguirán cantando Dios salve al rey?
¿Tal vez olvidarían aún a sus propias madres?
Pero nosotros
en las nubes de gas estamos prendidos
a la vida.
El viento del tiempo es nuestro escudo y cura a nuestras
heridas.
Alumbran acuarelas en nuestra más clara memoria,
del otro lado del Jordán hasta la planicie de Sharón.