De nosotros
surgirá el vengador,
y en su sangre llevará la acción cruel,
la fuerza de la bendición de la ira del pueblo.
De los padres de sus padres, de Shimón y Levi en
Schjem;
de los padres de sus padres, conquistadores de Canaán
hasta David
y la ciencia del poder de David estará en él.
Y vendrá hasta el límite de Iafo y la observará:
cachorro de león en su cueva,
y cantará en él toda la sangre de los conquistadores
y de los vengadores antiguos
y hervirán en él todas las iras reprimidas
que no se expresaron en acciones crueles contra los
enemigos
y se sentirá excitado cual caballo que siente el olor de
la sangre en la batalla;
dispuesto a arrojarse sobre la ciudad y pasar con las
herraduras sobre la sangre del camino
hasta que los conduzcan sobre las espaldas de enemigos
derrotados
que antes pisotearon cadáveres de Israel sobre las fosas.
De nosotros
surgirá el vengador
y de su boca saldrá la sentencia,
será la boca del Mesías de la sangre que se levantó,
que antes de hablar revisó toda herida y toda hendidura
en cada cuerpo de mis muertos en toda generación y
en todo tiempo,
y de ello probó toda la angustia y toda la amargura,
y recibió la orden de venganza.
Por lo tanto será su sentencia,
desde el Sinaí ardiente hasta la más cruel acción
de
mis enemigos:
¡doble sangre por la sangre!
¡doble fuego por el fuego!
¡múltiple vergüenza a mis enemigos!
Porque así enseñó la cultura de los hebreos,
porque así enseña la cultura de los gentiles,
porque así retribuyen los pueblos a sus enemigos.
Por lo tanto será su sentencia:
No santificación del nombre del Señor, sino defensa
del nombre del Señor
y no eternidad de Israel sino Reino de Israel.
En los días
de nuestra infancia nuestros maestros nos
enseñaron canciones como surgidas de
las cuerdas del violín;
la acción de los hermanos Schimón y Leví,
su ira
potente
y las guerras del Señor contra nuestros enemigos en
las campañas de conquista
y durante las plegarias de nuestros padres estuvimos
parados,
pequeños hasta las rodillas
y repetíamos lo que decían los grandes envueltos
en
sus mantos de oración,
al Señor rezábamos con corazón pequeño
y dolorido
que vengue la sangre derramada y nuestras casas
quemadas.
Y cada uno de nosotros, judíos pequeños hasta las
rodillas
asemejó a la imagen de Amalek al torturador y al
ofensor nuestro:
al muchacho que le hizo doler en medio de la calle
con una trompada en la boca hinchándole los labios,
o escupiéndole en el rostro,
o arrancándole las patillas,
o amenzándole...
Y cada uno de nosotros, judíos pequeños hasta las
rodillas
anhelaba vengarse del enemigo dominante.
Que también nosotros tengamos un rey grande,
que también nosotros tengamos un ejército,
y buscábamos el uniforme del soldado judío que llegaba
a la casa.
Y si tuvo suerte era nuestro hermano, tío o pariente
y sacábamos la espada de su vaina y brillaba en los ojos,
y ponía en mi cabeza pequeña la gorra grande,
y mucho se calentaba mi pequeño cuerpo
como si fuera día de Tamuz en el bosque.
Hasta que
surgieron otros maestros y otros alumnos,
temerosos de la visión éstos y despreciadores de
la
visión aquéllos.
Los grandes enseñaron a los pequeños lo contrario:
la ciencia del judío protegido.
Y yo el poeta en esta generación, generación de
maestros vasallos
y de alumnos sin Dios y sin la canción de las
generaciones en su sangre,
les digo a los que saben mi idioma en ésta y en la
próxima generación:
como del Sinaí ardiente, una es la orden
y no hay otra más sagrada en el mundo:
¡Doble sangre por la sangre!
¡doble fuego por el fuego!
¡múltiple vergüenza al enemigo!
¡He aquí que estamos nuevamente en Iodafat!
Los hijos de Flavius son nuestros comandantes.
Cuatro meses dura el sitio
cuatro meses dura el incendio.
Los hijos de Flavius ordenan restricción
y la ira está contenida en la frase.
Yo me levanto para dar la voz de Iodafat:
¡No escuchéis a los hijos de Flavius!
Si os contenéis caerá la fortaleza
como entonces, como en los días de Flavius será
ahora
y será un llanto para las futuras generaciones,
reunid fuerza muchachos de Israel.
De entre nosotros
surgirá el vengador...
En las aguas del mar Mediterráneo lavará sus pies
y después vendrá el Eufrates a lavar su ropa
y dar de beber a sus caballos que recorren las
distancias.