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La poesía combativa hebrea en el medio siglo anterior a la fundación del Estado de Israel- por Ing. Moshé Dayan


Ocurre que el desierto cansado de su permanente silencio
Se opone a la tempestad y a las columnas de arena
Se rebela contra el creador y conmueve su trono
Y se atreve a arrojar arena sobre su rostro a confundir el universo y volver al caos.
Entonces se estremece el creador y los cielos cambian
Arrojando un crisol ardiente sobre el desierto
Haciendo surgir púrpura ebullente
en el vacío del universo y en los peñascos ardientes
Amargóse el desierto y bramó con poderosa ira
Mezclando los cielos y la tierra en confuso crisol
Arrastrando leones y tigres en violenta tempestad
Enloquecidos por la tormenta, erizadas sus crines
Galopan lanzando chispas de sus ojos
Y parecen, perturbados y confusos, saltar por los aires.
En esta hora
Despiertan las fuerzas de los guerreros
y los héroes se levantan de su sueño mortal,
en los ojos - los rayos, en los rostros - las llamas
en las manos - espadas brillantes.
Truena la voz de seiscientos mil héroes
Una voz que se impone a la tempestad del desierto.
Los rodea la tormenta, los cerca la ira.
Truena.
Nosotros los héroes
Somos la última generación de la esclavitud
Y la primera generación de la libertad.
Sólo nuestra mano, nuestra poderosa mano
Rompió el yugo bajo el cual gemíamos.


Las cabezas mirando hacia el cielo
Que aún nos parecía estrecho para albergarnos.
La desolación es nuestra madre, el desierto nuestro amigo.
Enre peñascos puntiagudos, entre las nubes
Junto a las águilas celestes
Bebimos de las fuentes de la libertad
¿Quién podrá frenarnos?
También ahora
Si el Dios de la venganza cerró en torno nuesto el desierto
Ni bien oímos el clarín de la guerra y las trompetas
Despertamos unidos, listos para el combate.
Con las espadas, con las lanzas, a pesar del cielo
Pasaremos en la tempestad.
Y si Dios en su ira, ocultónos su cara
Y si no nos acompaña en el combate su arca
Subiremos, entonces, sin él,
Y ante los rayos que envíen envíen sus ojos
Caerán ante nosotros los montes
y enfrentaremos al enemigo armado
Escuchad! La tempesad nos llama
Atrevéos! A las espadas! A las lanzas!
Que se derrumben las montañas
Que pasemos los valles
O que caigan nuestros cadáveres
Estamos y subiremos la montaña

Pero este poema, escrito en 1902 sólo nos cuenta que hay una leyenda que habla de los guerreros que quisieron luchar pero que no lucharon y sus restos están sepultados en las arenas del desierto.

Poesia Combativa
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